Las Vitrinas de la Vida.
Yo tenía 22 años y celebraba mi primera noche de vida independiente. Te descubrí en un aperitivo del otoño fiorentino, mientras veía cómo el fuego derretía el caciocavallo, que luego se servía sobre pan rústico, con la misma calidez con la que tú me conquistaste.
Como el diablo que sabe más por viejo que por diablo, aquella noche, cuando por primera vez nadie me esperaba en casa ni estaba pendiente de mí, compartiste tu madura sabiduría. Me mostraste que, entre el encanto de una cena con Chianti, unos cuantos Limoncello Spritz y el son de Umberto Tozzi, la noche puede fundirse con el día. Que es posible quedarse en horizontal hasta que las sábanas mismas te escupan de la cama. Y que nuestro hogar, sea temporal o permanente, puede convertirse en un verdadero santuario para nuestros placeres más culpables.
Demasiado pronto desarrollé un magnetismo incontrolable hacia tu presencia. Quería estar siempre contigo, aunque, con el tiempo, mis amigos empezaron a recibir cada vez menos noticias de mí. También me enseñaste a viajar, ¿Recuerdas cuando dormimos en el suelo frío de la estación de Pisa porque perdimos el tren, tras un picnic que se convirtió en fiesta callejera con desconocidos? ¿O cuando me diste el valor para cantar sola en un karaoke frente a un grupo de ingleses borrachos como atunes, que tambaleándose intentaban arrebatarme el micrófono?
Nunca me exigiste que estuviera contigo y siempre dejaste abierta una ruta de escape sin condiciones. Por eso no tuve miedo cuando llegaron las advertencias y maldiciones de quienes decían que arruinarías mi vida. Aseguraban que, con tu estilo tan laxo, terminaría perdiéndome a mí misma; que era demasiado joven para tomar decisiones así, que no entendía el amor y que acabaría arrepintiéndome.
Hoy, aunque las fuerzas me fallen, la memoria no. Y con orgullo te digo que no me arrepiento. Gracias por impulsarnos a experimentar cosas nuevas y, a veces, peligrosas. Me enseñaste a amarme y supiste perdonar mis pequeñas y efímeras infidelidades. Pero, sobre todo, gracias porque puedo decir que he vivido rompiendo las vitrinas de la vida.
Con la certeza de que, después de todos estos años, sigues conmigo, reafirmo que toda mi vida he estado enamorada de la libertad.